EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
- anto pedemonte

- 13 may 2019
- 4 Min. de lectura
Uno jamás pierde de vista su celular [...] De hecho, usted no va a ninguna parte sin su celular (ninguna parte es, en realidad, un espacio sin celular, un espacio fuera del área de cobertura del celular, o un celular sin batería). Y una vez que usted tiene su celular, ya nunca está afuera. (Zygmunt Bauman, Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. 2005)
La búsqueda de amor en tiempos modernos y la contraposición con las tradiciones. Tinder y la revolución de la tecnología en nuestras cotideneidades: ¿avanzamos o nos estancamos?

Conquistar: Palabra relacionada con el intento de comenzar una relación amorosa con otra persona. ¿Conquistar? ¿Acaso somos un territorio a ganar? La cuestión es que con el pasar de los años las técnicas para encontrar un nuevo amor fueron cambiando y con ello también las sociedades.
Cuando era chica con mi vecina, Melina, calculamos la edad a la que ya tendríamos que estar casadas y con hijos. Los 25 eran ideales, ni muy jóvenes ni muy viejas. Nos parecía lógico porque nuestras madres lo hicieron de esa manera. También, hablábamos del tipo de vestido que íbamos a usar el dia de la boda y hasta sobre cómo debía ser el salón donde íbamos a festejar semejante suceso en nuestras vidas.
Ni se nos pasó por la cabeza en ese entonces que hoy -a un año de cumplir los famosos 25- íbamos a estar más cerca de descargarnos una aplicación para citas que del altar. Después de todo... ¿Quién quiere atarse a una persona para el resto de los días en el siglo XXI?
Tinder es una más de las aplicaciones que existen para conectarse con otros en búsqueda de quién sabe qué: amistad, amor, sexo... o todo en uno. Una especie de menú de restaurante para elegir qué comer hoy, mañana y pasado. Así funciona, uno elige lo que le gusta y si tiene suerte se lo sirven en la mesa: ¡match! El comienzo de algo.
Nos convertimos entonces en ese territorio a conquistar -o ser conquistado- a través de una interfaz digital. Allá, lejos en la memoria, quedó el susurro en el oído que pregunta si es correspondido mientras se mueve al ritmo del vals. Hoy las respuestas se dan a través de likes y el posterior intercambio de números telefónicos.
El alcance de Tinder es global ya que más de 190 países han adoptado el uso de la aplicación lo que se trasluce en 26 millones de conexiones hechas a diario, es decir, más de un millón de citas, según cifras de la empresa. Como si fuera poco, también logró que más de 2.5 millones de usuarios paguen por una suscripción mensual por un servicio que en principio es gratuito, lo cual la posiciona en el top 5 en el mercado mundial de las apps, sólo en Estados Unidos mueve más de US$2.500 millones cada año. ¡El negocio del amor!
¿Se pierde o se gana? Una cosa es segura: nos libramos de los rechazos cara a cara, no más mejillas rojas de vergüenza y risas de terceros ya que la app sólo nos conecta con quiénes coincidimos. De quienes pasan nuestra foto sin pena ni gloria no hay noticias, un olvido instantáneo.
Sin embargo, la digitalización, el avance en las tecnologías y el cambio en nuestras cotidianidades que traen aparejado estos procesos, nos hacen vivir situaciones dignas de un capítulo de Black Mirror. Algoritmos deciden -gracias a datos previamente ingresados por nosotros mismos- quiénes podrían ser nuestra pareja compatible.
En cierto punto, no difiere mucho de los matrimonios concertados tan comunes hasta el siglo XVIII, donde los mismos familiares presentaban pretendientes ideales a sus hijos/ nietos solteros. Estos tenían que ver con una cuestión económica que para diversas culturas -en particular algunos miembros de la realeza y las familias aristocráticas- servía como un beneficio para conservar cierto status.
Es decir, ¿prefiero que un algoritmo me presenté candidatos o que estos lleguen por intermedio de mi familia? El resultado sería el mismo: conocer a alguien con quien podría -o no- empezar una relación seria. El problema radica en que en los matrimonios concertados no tenemos la opción de decidir por nuestros propio interés y gusto como sí pasa en Tinder, donde nadie nos obliga a concretar nada, la decisión final es nuestra: ¡qué alivio!
Pareciera que desde 2012 -año en que Tinder llegó a nuestros celulares- todo es más fácil cuando hablamos de buscar pareja. Sin embargo, todavía un grupo de personas añoran el pasado y critican la falta de romanticismo que impera estos días. ¿Es un ramo de rosas mejor que un super like? Ambos son gestos efímeros.
Muchos piden que vuelvan los lentos, los pedidos de mano, el envío de cartas románticas, y afirman que no es lo mismo conocer personas en la red que en la vida real, que se perdió ese primer contacto necesario para encarar algo pero, ¿realmente es tan malo? El fin justifica los medios ¿o no?
Nadie niega que la sorpresa de recibir una carta de amor escrita a mano sea mucho más emocionante y valorable estos días, que la de recibir un lindo comentario por WhatsApp luego de matchear en Tinder, pero teniendo la simplicidad al alcance de la mano es difícil irse por la vía complicada.
De todas formas, si se denotan sentimientos de interés, y la otra persona también se siente atraída por nosotros, es probable que se llegue a lo mismo pero de manera menos cursi y más rápida. El mensaje a través de apps llega en el tiempo que una mariposa aletea sus alas, es decir, microsegundos.
Ya no hace falta salir del propio hogar para conocer gente nueva. No es necesario asistir a pistas de baile repletas de individuos moviéndose al son de la música, mucho menos acompañados por nuestros padres como se acostumbraba en los años ‘70. En nuestro celular converge nuestra independencia y el pase libre a interminables círculos de personas que pueden convertirse en nuestro próximo amor. ¿Es verdad, entonces, que todo tiempo pasado fue mejor?
Las cartas de amor, los ramos de flores, las presentaciones por partes de terceros, las citas a ciegas, los bailes lentos para tener un acercamiento, Tinder y sus matchs... ¿Debe elegirse un solo método para que las chispas se consoliden en fuertes llamas? La respuesta es de vox populi: En la guerra y el amor todo vale.




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